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Doña Ángela Galán, natural de Villafranca de los Caballeros, se inicia en el arte de los “bolillos” desde muy niña. Aparte de su familia, esta es su pasión, a la que dedica hoy día casi la mayor parte de su tiempo. Cualquier día se la puede ver haciendo bolillos en su casa, a la luz de un gran ventanal, y sobre todo durante las tardes de verano, en su puerta junto con alguna vecina, trabajando este paciente trabajo a la luz natural y de la conversación de los vecinos.
Utiliza una gran cantidad de bolillos, desde los 14 hasta los 175 o mas elementos, mas las docenas que poner y quitar, según el tamaño, la forma y las dimensiones de los hilos. Usa los bolillos de numeración desde el 30 hasta el 100. Los hilos que utiliza van desde hilo, hilo metalizado, crochet, hilo de lino, de seda natural, seda de Granada, bobina de coser, rayón de seda, etc.
Los trabajos que normalmente realiza son pañuelos, toneletes, abanicos... y otros tipos de piezas de lo mas variadas y de dimensiones diferentes.
La duración de cada trabajo varia según la dificultad, por ejemplo para un pañuelo tarda algo mas de un mes, por la mañana y por la tarde; para un tonelete hacia dos meses y medio a tres.
De vez en cuando expone sus trabajos junto con otras personas dedicadas a este arte tan delicado y al que se le ha de dedicar muchísimo tiempo.
EL ENCAJE DE BOLILLOS:
Se
necesitan largas y pacientes jornadas de trabajo para crear un encaje.
El encaje de bolillos es, sin duda, la actividad artesana textil más frecuente
y característica de los pueblos de La Mancha, que hoy, afortunadamente, se
recupera poco a poco, después del esplendor que vivió hace tan sólo unas
cuantas décadas.
¿Recuerdan aquellos corros de mujeres (abuelas, madres, hijas y vecinas), que
sentadas al fresco de la calle, o al hogar de una lumbre, cruzaban sus manos con
una increíble agilidad, pasando hilos entre alfileres y creando además una música
inconfundible, la que propician los bolillos al cruzarse?. Muchos seguro que
guardan ésa estampa en la retina.
Y es que en España, hasta los años 50, era costumbre enseñar las técnicas a
las niñas en las propias escuelas, porque se consideraba imprescindible en la
educación femenina. Un aprendizaje que se cultivaba también en el hogar
(cuando no había televisión, ni video-juegos), heredando los conocimientos y
los patrones de madres a hijas.
Resultado de ese maravilloso proceso es una cultura popular que tiende a
resurgir, de la mano de grupos de mujeres, jóvenes y no tan jóvenes, que
encuentran, en el encaje de bolillos, no sólo una manera de ocupar su tiempo de
ocio, creando cosas útiles y preciosas, sino una forma de descargar el stress
de la vida cotidiana. Para muchas mujeres hoy, el encaje, es casi una terapia.
Antonia Arquero dirige uno de estos grupos. Desde hace años, cobra fuerza en
toda España y, por supuesto, en Castilla-La Mancha, un movimiento de encajeras,
que recupera viejos diseños, como los que antaño se hacían en los conventos,
al mismo tiempo que crean nuevos modelos y mantienen viva una de las tradiciones
más populares de nuestra cultura.
Este trabajo se traduce en los encajes más tradicionales, como los juegos de
cama, las ricas mantillas españolas, pañuelos, pecheras, centros de mesa,
visillos, puños y abanicos o elegantes cortinas y mantelerías, así como otros
complementos personales, que tienen que ver con la lencería, o con diseños más
modernos aplicados, por ejemplo, a bolsos y calzado.
Desde
el acerico, pasando por los alfileres, la almohadilla, los propios bolillos, el
cruce, el rollo o el tapador, hasta el picao o la escalerilla, en torno al
encaje se ha generado un rico vocabulario que nos puede dar una idea de la
importancia de este arte, en el que se puede hablar con nombre propio.
Cada uno de estos materiales es imprescindible para dar lugar al objeto deseado.
El encaje de bolillos se fabrica sobre un patrón, generalmente de cartón, que
va sujeto a una almohadilla. Sobre ése dibujo los hilos, enrollados en unos
palitos torneados, que son los bolillos, se va tejiendo el dibujo que indica el
patrón, dando vueltas y entrecruzando los hilos que se sujetan, a su vez, por
medio de agujas o alfileres y que, atravesando el cartón, se clavan en la
almohadilla y coinciden con los agujeros del picao (cartones de los dibujos).
Pero aunque la técnica, como cualquiera, parezca rutinaria, cada trabajo se
convierte en un mundo distinto, que requiere más o menos concentración,
pericia o tiempo. De hecho, cuando resulta un delicado encaje, en el que destaca
la belleza, la complejidad y la armonía, no dudamos en calificar esta actividad
artesana como un arte de gran mérito.
Dentro de la producción de encajes de La Mancha, cabe distinguir los que se
ejecutan en hilo, y los que se realizan en seda. Los primeros son los que se
aplican para prendas de ajuar, ropa personal y objetos de uso diverso y adorno.
Por esto son los que más se practican. Sus motivos decorativos suelen ser hojas
lanceoladas de guipur, cintas, discos, figuras geométricas repetidas o
formaciones florales... que se suelen aplicar en mantelerías, colchas,
cubrevasos, escudos o cortinas de ventanas. El llamado encaje de seda se suele
practicar, casi exclusivamente en la mantilla o blonda, más sutil y elegante,
que requiere bolillos más finos y pequeños, para que el hilo no se rompa. Además,
en este tipo de encajes no se puede precisar el número de bolillos, que se
cuentan por docenas, por lo que no es raro ver almohadillas con 24, 36 ó 60
docenas de bolillos. Además, los alfileres en este caso, tienen que ser
inoxidables para no manchar la seda.
Sus
precios son difíciles de establecer, sobre todo cuando se trata de auténticos
encajes artesanos, con materiales nobles como la seda, y cuyo dibujo implica una
mayor complicación, entonces, éstos son realmente altos. En definitiva, como
señala Antonia, "en estos talleres, o en casa, se realiza un trabajo
similar al de un joyero, y como tal, aunque los materiales sean otros, el
resultado es el mismo: una joya".
Las encajeras ya no trabajan el encaje como un producto de primera necesidad,
sino como un complemento en sus ratos de ocio y, en muchos casos, como un
verdadero espíritu artesano. De hecho, aunque en varias ocasiones se ha
planteado la posibilidad de crear una cooperativa para dar salida a estos
trabajos obteniendo un beneficio, el apego que estas mujeres tienen a su labor
ha impedido que el proyecto se llevase a cabo.